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PARA DESCOLONIZARSE
Francisco Vásquez Carrillo
El hombre peruano, como el latinoamericano, no siempre ha vivido de inversiones extranjeras para aumentar sus niveles de vida. No siempre ha trabajado para amasar poder para otros: antes fue conquistador, descubridor, inventor, protagonista de grandes cambios de la economía y la sociedad, fue uno de los impulsores de la primera revolución agrícola, hace 12,000 años en la Cueva del Guitarrero en Ancash. Los peruanos han liderado enormes megaproyectos: red de caminos desde el Argentina hasta Colombia; construcción de palacios, pirámides, templos; organización y edificación de andenes para mejorar y ampliar las fronteras agrícolas; mejoramiento genéticos de plantas; diseño y cimentación de sistemas de irrigación intervalles, etc.
Supo mantener y proyectar liderazgo, iniciativa, capacidad de gestión y consolidar planes. A los ojos del postcapitalismo, endosan asombro puro, ¿Cómo los mayas, aztecas, incas, chibchas, valdivias, lograron semejante proezas sin los insumos, recursos que se cuentan ahora; sin la ciencia y tecnología? La respuesta de arqueólogos e historiadores es esclarecedora y rotunda: lograron obras extraordinarias, fruto del trabajo conjunto, gracias a la ley de reciprocidad. El hombre actual sintiéndose incapaz solicita la presencia del empresariado transnacional, declarándose implícitamente inepto para generar desarrollo. Estamos afirmando la ineficacia del Estado, del capitalismo “nacional” de forjar una economía burguesa y sapiencia para negociar con ventaja. Más de cinco siglos de explotación y oprobio ha servido para arrebatar el liderazgo innato, el espíritu emprendedor y creador; habiendo recortado su decisión independiente y libertad de acción.
Hace 5,000 años el hombre peruano, trasladaba de las orillas del mar ecuatorial cargamentos de spondilus, para las ceremonias mágico religiosas. Aprendió extraer éste simbólico marisco, desde lugares apartados y luego propiciaría el inicio de un gran ruta comercial. Una embarcación Chincha, fue abordada por el piloto español Bartolomé Ruiz cuando realizaba una misión de reconocimiento. La captura de la balsa, produjo el saqueo de una cantidad de textiles, así como objetos de cerámica y de las ambicionadas piezas de metal. Hecho, que da fe del comercio en dimensiones multinacionales. Los chinchas, abrieron dos rutas comerciales una marítima y otro terrestre, comercializando por el norte por las costas del Ecuador y por el sur se trasladaron por las actuales regiones de Ayacucho, Huancavelica, Arequipa, Cuzco, Puno y Chile. Los chinchas mantenían un comercio internacional sin hipotecas, con los actuales repúblicas de Ecuador, Bolivia y Chile.
El hombre fue capaz de gestar, construir, producir y comercializar en forma independiente y diríamos en la jerga postmoderna con calidad, equidad, excelencia y pertinencia. Hay quienes han afirmado que llegaron a la Calidad Total, habiendo logrado que hombres como mujeres vivieran con niveles de vida dignos y sin desocupados. No esperaron la mano extraña, dadivosa y mágica de la inversión extranjera para reflotar o inyectar productividad. Nuestros ancestros donde encontraron adversidad crearon ingeniosas formulas para seguir construyendo, produciendo y comercializando.
La autonomía y la cooperación recíproca fueron la columna vertebral de la economía de las culturas autóctonas; interrumpidas a partir de la llegada de los invasores occidentales. La economía colonial condujo al pueblo a las mitas mineras. Basados en un sistema económico mercantil, privilegiando la extracción de los metales dejando a la borda el legado histórico agrícola, ganadero y diezmaron la población que se calcula en el Tahuantinsuyo diez millones. Las relaciones de producción cambiaron abruptamente pasando de la ayuda mutua al individualismo exultante; de la propiedad colectiva, cooperativa hacia una propiedad privada, excluyente y perversa. Patrón económico extractivo, privatista y dependiente que se acentuaría después con las independencias y repúblicas criollas latinoamericanas.
Se han trazado muchos proyectos nacionales e “indoamericanos” para salir de éste estigma, adormecimiento y el peso de una psicología colectiva de inferioridad. Proyectos que han ido decayendo, al no sintonizar con la conciencia colectiva de un pueblo ávido de superación con independencia, dignidad en base al trabajo familiar, cooperativo, recíproco y resistiéndose a abandonar sus raíces culturales.
El desborde popular de mediados del siglo XX, se comprueba en todo los aspectos: cultural, social y económico. Las experiencias de empresariales de Villa El Salvador, Mesa Redonda, Gamarra, El Porvenir de Trujillo, las cerámicas de Chulucanas ya son emblemas de desarrollo y notable demostración de productividad y creatividad que van aflorando del subconsciente peruano. Desarrollo recayendo fundamentalmente en pequeñas unidades productivas como la familia o grupos de mutua ayuda.
Lo que queda es despertar, ingresar en las rizomas del subconsciente colectivo e histórico de cada comunidad, hombre y mujer y volver para impulsar un resurgimiento económico con independencia y mutuo respeto interno y externo. En todo peruano hay un potencial hombre constructor, amauta, comerciante, productor, ingeniero, artista que se sienta parte de un sistema social humano, en armonía y respeto a la Tierra.
Si la infraestructura social es el punto de toque para el discernimiento de la superestructura social, en plena era de la globalización las organizaciones políticas, sociales y culturales deben sostenerse en organizaciones y unidades productivas, incubando el mejoramiento de la calidad de vida humana y no de una exclusiva élite. Es necesario alimentar el cuerpo, el cerebro y el corazón. Así como en un matrimonió no puede alimentarse sólo de flores, una organización social tampoco puede alimentarse exclusivamente de conocimiento y convicción. Es preciso reformularlo por una propuesta de pan, conocimiento y convicción
Las nuevas generaciones no deben ser herederas de nuestros complejos históricos. El pasado es una invitación a reconocernos nuestros rostros, pensamientos, sentimientos que ha quedado como huellas en nuestras neuronas colectivas y es necesario hacernos una catarsis histórica. Procesando un verdadero reconocimiento tal como somos, así podremos organizar nuestras ideas y proyectos de futuro. El mal de nuestra patria no sólo estriba en lo económico, también recae en nuestra conducta moral. La escuela y las universidades se han encargado preparar a los alumnos para ser empleados, mantener un espíritu servil y no de aquel hombre independiente, capaz de valerse por si mismo individual y socialmente. Para el común de los mortales, es más fácil aceptar a una empresa transnacional para explotar nuestras riquezas, que bondadosos otorgarnos a cambio de puestos de trabajo. La mentalidad colonizada persiste, nos resistimos a producir por iniciativa propia, es más cómodo aceptar casi automáticamente que otros crean trabajos y si estos son cerca del recinto familiar mejor, se ha perdido la noción de pioner, del alma de explorador y conquistador.
La formación y masificación de unidades de producción, están apareciendo como una respuesta a un capitalismo desmembrado de la realidad. Las unidades de producción representan una alternativa económica al gran capital, originado de las entrañas del pueblo y no de las oficinas burocráticas del ministerio de Economía. Fenómeno socioeconómico que seguirá en aumento triunfante y requiere ser canalizado concientemente junto a la sociedad civil y lograr reencontrarse con su real vocación de trascender históricamente. Obra que valdrá más que unas decenas de convenios bilaterales con empresas trasnacionales, dado que podrían convertirse en los gérmenes de una nueva forma de economía y sociedad cooperativa.
Alfonso Ugarte, Mayo del 2009
PARA DESCOLONIZARSE
Francisco Vásquez Carrillo
El hombre peruano, como el latinoamericano, no siempre ha vivido de inversiones extranjeras para aumentar sus niveles de vida. No siempre ha trabajado para amasar poder para otros: antes fue conquistador, descubridor, inventor, protagonista de grandes cambios de la economía y la sociedad, fue uno de los impulsores de la primera revolución agrícola, hace 12,000 años en la Cueva del Guitarrero en Ancash. Los peruanos han liderado enormes megaproyectos: red de caminos desde el Argentina hasta Colombia; construcción de palacios, pirámides, templos; organización y edificación de andenes para mejorar y ampliar las fronteras agrícolas; mejoramiento genéticos de plantas; diseño y cimentación de sistemas de irrigación intervalles, etc.
Supo mantener y proyectar liderazgo, iniciativa, capacidad de gestión y consolidar planes. A los ojos del postcapitalismo, endosan asombro puro, ¿Cómo los mayas, aztecas, incas, chibchas, valdivias, lograron semejante proezas sin los insumos, recursos que se cuentan ahora; sin la ciencia y tecnología? La respuesta de arqueólogos e historiadores es esclarecedora y rotunda: lograron obras extraordinarias, fruto del trabajo conjunto, gracias a la ley de reciprocidad. El hombre actual sintiéndose incapaz solicita la presencia del empresariado transnacional, declarándose implícitamente inepto para generar desarrollo. Estamos afirmando la ineficacia del Estado, del capitalismo “nacional” de forjar una economía burguesa y sapiencia para negociar con ventaja. Más de cinco siglos de explotación y oprobio ha servido para arrebatar el liderazgo innato, el espíritu emprendedor y creador; habiendo recortado su decisión independiente y libertad de acción.
Hace 5,000 años el hombre peruano, trasladaba de las orillas del mar ecuatorial cargamentos de spondilus, para las ceremonias mágico religiosas. Aprendió extraer éste simbólico marisco, desde lugares apartados y luego propiciaría el inicio de un gran ruta comercial. Una embarcación Chincha, fue abordada por el piloto español Bartolomé Ruiz cuando realizaba una misión de reconocimiento. La captura de la balsa, produjo el saqueo de una cantidad de textiles, así como objetos de cerámica y de las ambicionadas piezas de metal. Hecho, que da fe del comercio en dimensiones multinacionales. Los chinchas, abrieron dos rutas comerciales una marítima y otro terrestre, comercializando por el norte por las costas del Ecuador y por el sur se trasladaron por las actuales regiones de Ayacucho, Huancavelica, Arequipa, Cuzco, Puno y Chile. Los chinchas mantenían un comercio internacional sin hipotecas, con los actuales repúblicas de Ecuador, Bolivia y Chile.
El hombre fue capaz de gestar, construir, producir y comercializar en forma independiente y diríamos en la jerga postmoderna con calidad, equidad, excelencia y pertinencia. Hay quienes han afirmado que llegaron a la Calidad Total, habiendo logrado que hombres como mujeres vivieran con niveles de vida dignos y sin desocupados. No esperaron la mano extraña, dadivosa y mágica de la inversión extranjera para reflotar o inyectar productividad. Nuestros ancestros donde encontraron adversidad crearon ingeniosas formulas para seguir construyendo, produciendo y comercializando.
La autonomía y la cooperación recíproca fueron la columna vertebral de la economía de las culturas autóctonas; interrumpidas a partir de la llegada de los invasores occidentales. La economía colonial condujo al pueblo a las mitas mineras. Basados en un sistema económico mercantil, privilegiando la extracción de los metales dejando a la borda el legado histórico agrícola, ganadero y diezmaron la población que se calcula en el Tahuantinsuyo diez millones. Las relaciones de producción cambiaron abruptamente pasando de la ayuda mutua al individualismo exultante; de la propiedad colectiva, cooperativa hacia una propiedad privada, excluyente y perversa. Patrón económico extractivo, privatista y dependiente que se acentuaría después con las independencias y repúblicas criollas latinoamericanas.
Se han trazado muchos proyectos nacionales e “indoamericanos” para salir de éste estigma, adormecimiento y el peso de una psicología colectiva de inferioridad. Proyectos que han ido decayendo, al no sintonizar con la conciencia colectiva de un pueblo ávido de superación con independencia, dignidad en base al trabajo familiar, cooperativo, recíproco y resistiéndose a abandonar sus raíces culturales.
El desborde popular de mediados del siglo XX, se comprueba en todo los aspectos: cultural, social y económico. Las experiencias de empresariales de Villa El Salvador, Mesa Redonda, Gamarra, El Porvenir de Trujillo, las cerámicas de Chulucanas ya son emblemas de desarrollo y notable demostración de productividad y creatividad que van aflorando del subconsciente peruano. Desarrollo recayendo fundamentalmente en pequeñas unidades productivas como la familia o grupos de mutua ayuda.
Lo que queda es despertar, ingresar en las rizomas del subconsciente colectivo e histórico de cada comunidad, hombre y mujer y volver para impulsar un resurgimiento económico con independencia y mutuo respeto interno y externo. En todo peruano hay un potencial hombre constructor, amauta, comerciante, productor, ingeniero, artista que se sienta parte de un sistema social humano, en armonía y respeto a la Tierra.
Si la infraestructura social es el punto de toque para el discernimiento de la superestructura social, en plena era de la globalización las organizaciones políticas, sociales y culturales deben sostenerse en organizaciones y unidades productivas, incubando el mejoramiento de la calidad de vida humana y no de una exclusiva élite. Es necesario alimentar el cuerpo, el cerebro y el corazón. Así como en un matrimonió no puede alimentarse sólo de flores, una organización social tampoco puede alimentarse exclusivamente de conocimiento y convicción. Es preciso reformularlo por una propuesta de pan, conocimiento y convicción
Las nuevas generaciones no deben ser herederas de nuestros complejos históricos. El pasado es una invitación a reconocernos nuestros rostros, pensamientos, sentimientos que ha quedado como huellas en nuestras neuronas colectivas y es necesario hacernos una catarsis histórica. Procesando un verdadero reconocimiento tal como somos, así podremos organizar nuestras ideas y proyectos de futuro. El mal de nuestra patria no sólo estriba en lo económico, también recae en nuestra conducta moral. La escuela y las universidades se han encargado preparar a los alumnos para ser empleados, mantener un espíritu servil y no de aquel hombre independiente, capaz de valerse por si mismo individual y socialmente. Para el común de los mortales, es más fácil aceptar a una empresa transnacional para explotar nuestras riquezas, que bondadosos otorgarnos a cambio de puestos de trabajo. La mentalidad colonizada persiste, nos resistimos a producir por iniciativa propia, es más cómodo aceptar casi automáticamente que otros crean trabajos y si estos son cerca del recinto familiar mejor, se ha perdido la noción de pioner, del alma de explorador y conquistador.
La formación y masificación de unidades de producción, están apareciendo como una respuesta a un capitalismo desmembrado de la realidad. Las unidades de producción representan una alternativa económica al gran capital, originado de las entrañas del pueblo y no de las oficinas burocráticas del ministerio de Economía. Fenómeno socioeconómico que seguirá en aumento triunfante y requiere ser canalizado concientemente junto a la sociedad civil y lograr reencontrarse con su real vocación de trascender históricamente. Obra que valdrá más que unas decenas de convenios bilaterales con empresas trasnacionales, dado que podrían convertirse en los gérmenes de una nueva forma de economía y sociedad cooperativa.
Alfonso Ugarte, Mayo del 2009
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